La culpa es de los padres, que las visten como putas.

Y sí…más o menos eso es lo que viene a decir el siguiente artículo, firmado por Ezequiel Cuevas, periodista y autor de algunos cuentos (publicados bajo el nombre «Cachos de vida», 1906) y una novela («Amadoras», 1907) que fueron muy polémicas en su día. Polémicas como sería este artículo de haberse publicado en la actualidad.

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LAS NIÑAS DE AHORA

Hace veinte años, las mujeres, hasta que no se ponían de mono, eran niñas.«Una niña de quince años», era un dicho vulgar.

Hoy, las niñas son esas encantadoras criaturas de trajecitos leves, ojos candorosos y cabellos en melena de rizos, que adornan nuestros jardines y nuestras calles, ya cantando la muerte de Mambrú, ya cogiditas de la mano, luciendo sus lindos sombrerones  y sus «bebés» sonrosados y mofletudos, de ojos de cristal.

Las niñas crecidas ya no existen. Se fueron para no volver, porque ahora, alos doce años, quieren parecer mocitas casaderas, mientras estas buscan el modo de parecer niñas.

Ahora, cuando las niñas dejan sus muñecas, toman las barritas de carmín,  y de negro-carbón de la polvera, y se pintan los labios  y los ojos, y se empolvan hasta hacerse feas. Antes de los trece años ya piden a las mamás que les hagan faldas hasta el tobillo y les peinen coleta y cuiden mucho de decir a la modista que la blusa o el abrigo tengan su correspondiente escote.

Así se ven por las calles, por culpa de las buenísimas mamás, chiquillas que están pidiendo a voces la compa y el aro, y un lazo rosa en el pelo, y unas mangas hasta el codo, convertidas en figuras un poco desquiciadas, en mujercitas de figurin, a quienes, en lugar de un piropo,  dan ganas de decir:

–Señora: ¿quiere usted jugar al corro?

Hoy, el piropo, esa bella expresión del ingenio, que brota al paso de una mujer bonita, está en desuso, no sirve para nada, no tiene aplicación, por culpa de las niñas-mujeres y de las mujeres-niñas.

Las mujeres-niñas son también las niñas de ahora: nenas de veinticinco años para arriba, que lucen en los paseos sus falditas de chicuela, cortas, enormemente altas, como las de los alabarderos o las de los soldados de caballería.

Tal moda favorece a las mujeres, porque las quita diez años de encima, que es el eterno sueño femenino; pero en cambio, a la par que la edad, les quita el novio ; porque ¿Qué hombre, por enamoradizo que sea, se va a atrever a hablar de amores a una joven cuya edad es incalculable, no sabiéndose, por tanto, si es una mujer hecha y derecha o una colegiala?

Las estadísticas acusan a una baja enorme en los matrimonios, y los grandes pensadores lo achacan a la carestía de la vida.

¿No será todo ello culpa de las niñas de ahora?

Por que bien que se case no con una mujer que le atienda y le cuide y sepa arreglar la casa y repasar la rpa y poner ell puchero; pero actualmente, como no hay mujeres o, por lo menos, no se sabe si las hay, lo natural es esperar a que estas niñas de ahora crezcan y se vistan de mujer, para poder hablar en serio del acto más terriblemente formal de la vida.

Ezequiel Cuevas